header image

yo

Posted by: mtevico | 11 noviembre, 2020 | No Comment |
Dawn
under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Dawn

Posted by: mtevico | 20 marzo, 2023 | No Comment |
under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Flow

Posted by: mtevico | 13 febrero, 2022 | No Comment |

Estados del Flow

El término del flow solicita tres contextos que deben desempeñar para alcanzar un estado de flow:

  • La primera debe estar implicado en una acción con una serie clara de propósitos y adelantos. Esto anexa orientación y sistema a la actividad.
  • La tarea en teoría debe poseer una respuesta clara y rápida. Esto colabora a la persona a negociar cualquier demanda cambiante y les permite ajustar su productividad para conservar el estado de flow.
  • La persona debe poseer un buen contrapeso entre los retos concebidos de la acción en teoría y sus propias destrezas distinguidas. Debe poseer seguridad en su facultad para terminar la actividad.

No obstante, se discutió que los aspectos precursores del flow están vinculados, ya que la igualdad observada entre los retos y las destrezas necesitan que la personas conozca lo que tiene que realizar (propósitos claras) y el triunfo que posee al ejecutarlo (retroalimentación rápida). Por lo tanto, un acoplamiento visto de destrezas y solicitudes de actividades logre ser reconocido como la situación anterior central de las prácticas de flow.

Ciertos de los retos para conservar en el flow contienen situaciones de indolencia, fastidio y angustia. Vivir en un estado de indolencia se determina cuando son retos bajos y el grado de destreza de uno es bajo, lo que ocasiona una falla general de gracia en la actividad. El fastidio es una situación levemente distinta en que sucede cuando los retos son bajos, pero el grado de destreza de una persona prevalece esos retos que realizan, el cual indaga retos más altos.

under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Wakan Tanka…

Posted by: mtevico | 9 diciembre, 2021 | No Comment |

Wakan tanka…
Yazgo donde la nieve es perpetúa… De mi herida mana, el aullido del coyote.
El orgullo del guerrero semeja,
la raza salvaje y libre del mustang de las altas praderas.
Donde nunca antes, pisó el hombre blanco…

Mi recuerdo, es una danza,
de sentidos encontrados, lucha del sable y del cuervo, que anida en el gran cañón.
Astas de ciervo, ensartan mi pecho. Bridas que sofocan, un grito de impotencia…

Huellas vacías, del gran bisonte gris, extinguido en las rojas llanuras Sioux, de la última batalla.

Dawn

diciembre 2021

under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Noche de miedo…

Posted by: mtevico | 9 diciembre, 2021 | No Comment |

Prólogo

El pueblo surge entre retazos de niebla, como si de un mar de algodón se tratara…
Las nubes que cargaban sobre el río, ascendían hacia el borrascoso cielo como conos de espuma blanca y con las fuertes rachas de viento, se dispersaban hacia las cercanas colinas, en una danza de velos glaseados teñidos de naranjas, rojos y añiles, del sol de poniente.
Capítulo uno
Había visto amanecer al volante de mi camioneta Ford. Eso venía siendo lo habitual desde que me abrieron la zona de actuación. El futuro no pintaba demasiado bien para un comercial de cincuenta y tantos, con el batallón de jóvenes promesas del Marketing, – pertrechados con sus Portátiles, PDA y Estudios de Mercado – que se incorporaban a diario, dispuestos a relevarte después de treinta años, de la pesada carga de un un puesto de trabajo fijo.
No estaba en posición de rechazar la oferta de ampliación de la zona de incidencia – así lo llamaban ahora – aunque esto, me obligaba a rodar por las interminables carreteras del medio oeste y a dormir en Moteles “cutres” y apartados de las grandes ciudades, de lunes a viernes.
Solo disponía de un CD de música para aliviar la soledad y aumentar mi euforia. Ella Fitzerald y Louis Amstrong. Un dueto de Jazz que cumplía sobradamente con su objetivo. Soñaba con las pasiones contenidas en sus desgarradoras notas. En ocasiones creía que mi voz empastaba magistralmente con las suyas y gritaba las letras de las canciones, como si fuese un poseso, por las ventanillas bajadas de la cabina. Abiertas hacia la espesura verde que me rodeaba.
Creo acertar si digo, que ésta fue la razón por la que no escuché nada extraño que llamase mi atención o pudiese alarmarme, hasta que de improviso al salir de un badén, me tropecé con ella. Tendida en la carretera. Inmóvil. A punto estuve de aplastarla. Pisé de golpe el pedal del freno, mascullando una serie de maldiciones y al mismo tiempo, por descabellado que parezca, rezando con todas mis fuerzas para que las ruedas de la camioneta , no le pasaran por encima.

Realicé un brusco giro de volante desplazándome del centro de la calzada. Lo que provocó que perdiese el control del vehículo, que empezó a rodar por su cuenta entre los límites del bosque, a la vez que me sacudía por encima, todas las ramas y arbustos del mundo. Hasta que, fui a dar contra un grupo de troncos cortados y almacenados en un claro. Allí el motor soltó un generoso bramido y se paró.
No podía creerlo, aparte del tremendo susto y los nervios – causa directa de que mis extremidades no me sostuviesen en pié – no tenía ninguna herida . Estaba ileso y después de constatarlo, salí disparado hacia la carretera. No podía permitir que pasara otro vehículo y no la viese, o no pudiese esquivarla a tiempo…
En el punto donde creí haber tropezado con la extraña muchacha, no había ni rastro de persona alguna.
.- Solo han sido unos pocos instantes – mascullé – es imposible que nadie haya pasado sin observar las señales del derrape. No había oído que circulase otro automóvil y por descontado ningún frenazo.
Me percaté que no había visto a nadie por el espejo retrovisor en los últimos veinte minutos de viaje. Entonces., ¿Que podía haber ocurrido?, ¿dónde estaba ella?, ¿como se podía haber marchado por si misma y tan rápidamente?.
Unas cuestiones que se me agolpaban en mi maltrecha frente – tenía un buen golpe donde había rebotado contra el volante – mi modelo carecía de “air-bag” , algo incomprensible para algunos que no eran capaces de entender la belleza de “los clásicos”.
.- ¿Habría sido objeto de una broma de mal gusto ?,
Estaba al día de que en los pueblos apartados, los recursos para entretenerse los jóvenes son muy limitados.
.- ¿Pero esto?.. ¡ Una joven tendida en la carretera y casi desnuda!
¡Era macabro, rayaba la perversión !. – El pueblo está a pocos kilómetros – pensé – iré caminando, mientras quede un poco de luz. Es posible que si sólo ha sido un juego, les pueda encontrar, quizá la muchacha, se haya asustado y esté agazapada entre la maleza, quizá sólo estuviese desmayada o dormida.
Yo mismo me daba cuenta al pronunciarlo en voz alta de lo débil de mi razonamiento, pero no encontraba otra explicación, mientras avanzaba en dirección opuesta a las ruedas de mi coche.
Capítulo dos
Después de varios kilómetros siguiendo la carretera norte. Intentando sin apenas lograrlo, apartar de mí un creciente pánico por la indefensión en un paraje desconocido, y sumido en la oscuridad. Llegué a la posada sin mayor contratiempo.

Durante todo el trayecto estuve pendiente de los sonidos que me llegaban del bosque, de atisbar las posibles luces de algún vehículo que pudiese cruzar por delante de mí, pero no me encontré persona alguna.
Parecía ser el único caminante en aquella ruta del mapa.
Al entrar en el pueblo, ya era noche cerrada, los aromas a niebla y leña de los hogares estaban flotando por sus despobladas calles, por detrás de las cortinillas de las casas se adivinaban escenas domésticas y las luces cálidas de sus cocinas, se extendían hasta las aceras y los porches, recordándome lo lejos que me encontraba de la mía propia.
“La Rata Dormida”, que así se llamaba la posada estaba ubicada en lo que me pareció una casita encantadora – estilo victoriano – del siglo pasado. Franqueada por unos macizos de rododendros y unas rocallas con bulbos de invierno, el romántico jardín se abría paso hasta la vivienda.
De la chimenea emanaba un penacho de humo blanco y desde el porche, se percibía un aroma prometedor a cocina de leña y pan caliente, empecé a salivar y añorar una cómoda cama donde pasar la noche. Los batientes de una de las ventanas golpeaban con saña, lo que parecía no importar demasiado a sus moradores. Llamé repetidas veces al timbre sin recibir respuesta y me asaltaba la duda de que los mismos estuviesen ya en sus camas y no quisieran responder a visitas de horas intempestivas, cuando en ese instante, la puerta se abrió de golpe y comprobé que en absoluto, estaba preparado para lo que se presentó delante de mis ojos.
Tenía ante mí a una bruja… Un par de enrojecidos ojos desprovistos de pestañas y avinagrados, me miraban desde un rostro cenicento y arrugado, que me escrutaba sin contemplación. Mientras sus labios casi inexistentes, se contrajeron en una horrible mueca que intuí quería ser una sonrisa y pronunciaban unas corteses palabras de bienvenida, su lenguaje corporal y sus ademanes, me expresaban sin asomo de duda, lo contrario.
La vieja me instó a entrar rápidamente en la casa, el frío era dueño de la calle y se presumía que el termómetro todavía no había hecho más que empezar su descenso a los grados inversos.
Me asignó una discreta habitación de la planta baja, al lado de la cocina.
.- Cerca de la caldera estará más confortable -dijo – y me exigió pagar una considerable cantidad por adelantado porque según tenía establecido, era la costumbre para clientes que llegaban en plena noche y sin equipaje.
Capítulo tres
La vieja, se paseaba en derredor de mi persona olisqueando y sonsacándome el

porqué de mi presencia en este villorrio en medio de ninguna parte. Parecía una anciana resabiada y desconfiada, pero no me resultaba en absoluto temible, más bien su solicitud me abrumaba.
Se ofreció a prepararme una taza de caldo de ave caliente y algo de comer, me dijo que por la mañana llamaría al taller mecánico para que me recogiesen y así poder llevarles hasta donde se había quedado el coche, para remolcarlo y traerlo al pueblo.
.- No tengo idea del sitio exacto – le dije- empezaba a estar cansado de tantas horas al volante y las luces del atardecer conferían una imagen desacostumbradamente hermosa a los bosques que bordean la carretera.- Le transmitía mi inquietud por el extraño incidente.- Eso me distrajo del terreno en el que rodaba y el que sea la primera vez que me adentro en esta parte del país hizo el resto.
.- Posiblemente lo que ha creído ver en la carretera, solo haya sido una alucinación por la niebla y el cansancio acumulado – dijo – esto es un pueblo muy pequeño y no se ha comentado nada en todo el día. Aunque ya se sabe, estamos en la noche de difuntos y se cuenta que en noches como ésta, las almas que no quieren dejar el mundo terrenal, vagan por los lugares cercanos a los camposantos, para, con engaños, buscar a sus víctimas y apoderarse de sus cuerpos.
Ninguna sopa caliente, hubiese podido en ese momento, evitar el escalofrío que me recorrió la espalda, ni aliviar el temor que sentí, de haber tenido que permanecer en el camino del bosque tan entrada la noche. Menos mal que estaba a resguardo, en un hogar caliente y aunque no era lo más deseable, sí en compañía de un ser humano y no de un espectro de la noche de difuntos.
Cuando hube terminado mi cena, la vieja, se levantó de la silla en la que estaba sentada y pude observar la rigidez de su paso, no cojeaba ostensiblemente, pero si tenía un andar vacilante, que me pareció propio de su avanzada edad. Se apoyaba en un robusto bastón y la creí muy capaz de utilizarlo sin reparos, para cualquier otro uso que se le antojase. Por lo que intenté ser lo más cordial y generoso con los adjetivos de gratitud que se me pasaron por la imaginación, mientras la seguía hasta mi cuarto.
La habitación era amplia, ambientada como el resto de la casa, con pesados marcos dorados para espejos. Retratos de desconocidos personajes con levita y sombrero y damas de cuellos revestidos de perlas y plumas. La decoración concluía con una inmensa cama y un bufete en una esquina del ventanal, cubierto con unas pesadas cortinas de cretona floreada, que impedían totalmente la entrada de luz del exterior. Desprendía un olor típico a lugar cerrado y húmedo, las sábanas aunque raídas estaban limpias y la cama era blanda y mullida, de forma que, estos condicionantes unidos a mi cansancio y los acontecimientos que me llevaron hasta donde estaba, me dejaron profundamente dormido en pocos minutos.
Capítulo cuatro

El golpe se repitió y esta vez, estuve seguro de estar completamente despierto. Provenía del interior de la vivienda, pero de alguna zona alejada a donde yo me encontraba. Estiré el brazo para encender la luz de la mesilla de noche y comprobé que no había calefacción.
.- Se debe de haber apagado la caldera – pensé – me levanté tiritando y busqué con la mirada mi reloj. Eran poco más de las tres de la madrugada. Me vestí y decidí acercarme a la cocina para calentar y tomar el resto de caldo de la cena y de paso comprobar si había alguna posibilidad de paliar el intenso frío que se había adueñado de la casa.
La cocina estaba helada, no había ni rastro de la vieja . Imaginé que estaría en su habitación, atrincherada en su cama, debajo de un montón de mantas y tapada hasta la verruga, con ese pensamiento y una maliciosa sonrisa en mi cara, me dispuse a encender el fuego. Abrí la alacena, los armarios superiores y una antigualla de nevera, sin encontrar ni rastro del caldo de anoche, ni pan, ni nada que pareciese ser comestible. El humor me cambió de repente .

  • ¿ Pero que se había creído la mesonera, que iba a levantarme a medianoche a vaciarle la despensa?, menuda urraca.
    Pensé en recoger mis trastos y largarme del caserón lo antes posible.¡ Ojalá lo hubiese hecho!. Al cruzar el pasillo, para entrar en mi habitación, lo sentí, fue un leve, casi imperceptible rumor, como un batir de alas. Me quedé quieto, pegado a la pared y con el pomo helado de la puerta en mi mano.
    Escuché sin apenas respirar.
    Toda mi atención se situó entre el pasillo y la escalera.
    Allí, en el primer recodo, lo vi aparecer, seguido de un chasquido. Un tenue resplandor, que se colaba entre los barrotes y parecía deslizarse. Bailar una danza entre las sombras del pasillo y las puertas del piso superior. Después, de nuevo el murmullo, como una risa contenida, como un envite a lo prohibido…
    Me precipité fuera de la habitación, subí las escaleras de cuatro en cuatro, crucé el descansillo y me dirigí al ultimo piso. Era un pasillo circular con dos puertas cerradas, me detuve delante de la primera desde donde sin lugar a dudas, me llegaba el resplandor y los sonidos.
    No sé como tuve valor para darle un gran empellón y abrirla de golpe. Delante de mi podía ver una especie de torre acristalada, a la que se accedía por medio de dos escalones.
    Los subí de un salto, al tiempo que inclinaba la cabeza, por la altura del techo – que era muy bajo – de listones de madera y abuhardillado confiriéndole a la estancia una apariencia de desván, o de antiguo cuarto de juegos para niños.

Capítulo cinco
Todavía hoy, con el juicio templado y la seguridad que me dan la distancia y el tiempo transcurrido desde aquella noche, no puedo encontrar a lo que vi, a lo que me sucedió, una explicación lógica y sensata.
En el suelo, delante de mi, tenía una visión espectral.
La vieja que me abrió la puerta de la casa, estaba arrodillada, en el centro de la estancia. Los objetos como danzarines en un baile de marionetas se revolvían en la penumbra de unas velas que iluminaban a duras penas el cuadro.
Iba cubierta de un oscuro velo que dejaba entrever, sus huesudas manos. Éstas se posaban solícitas, sobre los dorados cabellos de la joven de la carretera.
Parecía prepararla para una ceremonia, mientras canturreaba una especie de mantra , oración o letanía. Me quede petrificado. No supe si gritar, echar a correr o simplemente hacer notar mi presencia .No me atrevía ni a respirar. Sentía como las piernas parecían desprenderse de mi cuerpo por los temblores que las sacudían.
Me era imposible pensar de manera racional, estaba muerto de miedo. .- ¿Veía dos fantasmas?.
En ese instante, volvieron sus cabezas hacia mí, dando un giro de ciento ochenta grados .
Sus cuerpos se convulsionaron y vomitaron, todos los espectros y espantos que imaginarse pueda ningún ser vivo, mientras se arrastraban como lagartos arañando el poco espacio que nos separaba.
Salté hacia el alféizar de la ventana del pasillo y de allí al seto exterior, en medio de un estruendo de vidrios rotos y aullidos. Sólo tuve tiempo de recitar una corta plegaria por la noche de todos los santos, antes de desvanecerme, para recuperar el sentido de nuevo en el bosque, al volante de mi vieja Ford…
Segundos después vería tendida, sobre el asfalto, a una joven indefensa. Esta vez, no dudé ni un instante, sabía lo que tenía que hacer, y fui completamente consciente de ello, cuando firmemente, pisé el pedal del acelerador.
Fin

Dawn

diciembre 2021

under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Carretera austral…

Posted by: mtevico | 9 diciembre, 2021 | No Comment |

Carretera Austral…HYPERLINK «http://www.librodearena.com/post/dawn/carretera- austral/32610/4029»
El Inca, vive solo y dispone de su tiempo como si hubiese entrado en un espacio para el resto de los hombres, olvidado. En el que parecen haberse aliado los árboles con las montañas y los vientos, para amedrentar y vencer al indio, que respira con olor a tierra, aceite , madera y más persistente a Mate.
Ha preparado sus avíos y su montura para el viaje. La conduce lentamente, mil kilómetros adelante, por la carretera Austral, dirección a Tierra de fuego.
Deja atrás pueblos sin calles, sin carreteras, sin perros. Perdidos del mundo, cercados por cementerios de más de dos siglos y dos mil muertos , ya olvidados.
Mira con una leve ensoñación, hacia el interior del bosque donde la austral se corta , después ya no queda nada más, solo el fuego y el hielo.
Conoce lo difícil que es, desplazarse por el bosque en verano, los deshielos y las pesadas lluvias, hacen del río un obstáculo insalvable. Como cada año, su pueblo esperará la llegada del invierno, y su regreso, para construir las balsas y salir a vender madera, aceite y Mate.
El hombre del río Baker y los pocos que habitan la región mas austral del continente americano, comparten la sensación de tener sus días encerrados en estos bosques de lluvia , viviendo al borde de un cielo de brumas interminables.
Recuerda los días en que cargados de madera, bajaban el río y las conversaciones en la balsa, junto a su padre, cuando le decía que para sobrevivir hay que saber arriesgar, porque hay regiones que unen a los hombres con grandes lazos de la naturaleza.
La Patagonia es una de ellas…
Más arriba, posa su mirada en la meseta, la extensión de llanura infinita, llamada por los Incas » la Pampa». Donde

nadie, nunca, llegará. Donde habitan los caballos salvajes y las extensiones que la vista del hombre jamás alcanzará a poseer.
Dawn.

diciembre 2021

under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Cape cod…

Posted by: mtevico | 9 diciembre, 2021 | No Comment |

Capítulo uno
Las hojas del calendario tenían todas la década de los cincuenta del siglo pasado y podéis creerme, cuando os digo que ese verano fue con mucho para nosotros, que tuvimos la suerte de vivirlo, el mejor de todos los que siguieron.
Nuestras vidas se cruzaron, por un corto espacio de tiempo en el que las fuerzas del cielo y la tierra, se confabularon para unir nuestros destinos, en unas semanas que perpetuaríamos como mágicas todos nosotros.
Si algo de bueno tienen las pequeñas comunidades ajenas al bullicio de la gran ciudad, es la cercanía entre sus habitantes.
Los veraneantes ,se fusionan con los habituales del pueblo, sin tener en cuenta las prevenciones sociales, ni edad, ni religión.
Su estacionamiento es temporal y el buen clima deja de lado los remilgos para juntarlos todos como moscas en una taza de miel…
No temen las opiniones ni creencias de los demás porque, no hay otra, que coexistir con el respeto mutuo que exige la convivencia.

Aún ahora, pasados muchos otros veranos, todavía en el recuerdo, puedo sentir la arena de las dunas bajo mis pies descalzos…


La jarra de limonada reposaba desde hacía diez largos minutos sobre la mesita auxiliar de la terraza, mientras Georgia, recostada en una de las dos mecedoras del porche de madera, parece querer atravesar con su mirada el vidrio helado y resbaladizo, por las gotas de líquido dulce y pegajoso que se deslizan hasta el plato.
Su boca tiene pintada la sonrisa rojo bermellón de todas las tardes, y los zapatos aguardan el instante de probar la altura del tacón, mientras que en su memoria se abren paso los recuerdos quebrados y lejanos de un pasado siempre presente.
Las notas del tango surgen del destartalado gramófono. Como casi cada crepúsculo, la transportan de nuevo al trasatlántico que la trajo a este continente.
Los buenos y malos recuerdos se ahogan en la partitura sensual y los aromas de azul y sal de la travesía se hacen cómplices de la brisa del atardecer en Cape Cod, para depositarla en los brazos de su querido Jack, la última noche, en el salón de baile.
La música termina, ella lentamente se suelta de su cálido abrazo y su mirada se apaga de nuevo. Deja escapar una sonrisa melancólica y sin proponérselo, un ahogado suspiro, que le recuerda a sí misma que no está en el lujoso salón de baile, sino en el tramo final del camino de sus días… en el sopor de este largo estío y rodeada de fantasmas que cansados de esperar, la reclaman para sí.


Desde la senda que bordea la playa, una animada niña, Roberta, avanza hacia ella , mientras le dedica una sonrisa.
Georgia, espera su visita como viene ocurriendo todas las tardes de las últimas dos semanas, la niña posee una frescura y vitalidad contagiosas. Disfruta de cada minuto que pasa en su compañía, compartiendo limonada y sombra en el porche.
Casi siempre, sus conversaciones giran por deseo de Roberta en torno a su pasado, que por lejano y exótico a la pequeña, le resulta fascinante .

  • Cuéntame cosas de cuando eras joven- Le suele decir con los ojos graciosamente entornados y la boca llena a rebosar del bizcocho de arándanos de Marta.

Son buenas amigas;Roberta de apenas doce veranos y ella… que olvidó pasar de los sesenta y se resiste a recordar la fecha de su cumpleaños.
Roberta, la saluda alzando la mano, comenzando una corta carrera hacia la casa, hasta que algo de su alrededor,distrae su atención y le hace desviarse del camino.
Georgia, de improviso, se sintió alerta. Después de dedicarle un gracioso gesto, la silueta de la niña se había disuelto entre la arena de las dunas, y todavía no había reaparecido por el recodo, que delimitaba su propiedad. Se levantó con torpeza, sacudiendo la aguja del gira discos lo que provocó en la voz enlatada de Gardel, una machacona letanía sin sentido.
Había rallado el disco.- ¡ Mierda !- maldijo su artrosis. Maldijo los tacones y la poca luz del atardecer, mientras llamaba a voces a Roberta, avanzando por el jardín hacia la playa.

  • ¿Qué ocurre Gia ?- Dijo Marta, apareciendo en el porche, estrujando sus enharinadas manos en el delantal.
  • ¡Tienes que ir hasta el camino Marta!.Algo le ha ocurrido a la pequeña Roberta, ha desaparecido entre las dunas , hace ya varios minutos que no la veo y esta oscureciendo rápidamente.
  • Se habrá tropezado con alguien, los críos ya se sabe… ahora mismo salgo a buscarla. Usted entre en la casa por favor, no lleva calzado adecuado para corretear por la playa y podría lastimarse. Marta la rodeó los hombros en actitud afectuosa y firmemente la condujo hacia el interior del porche, desde allí se podía ver el final del jardín y efectivamente el camino de acceso por la playa estaba desierto.
    Capítulo dos
    Dieciocho años dan para mucho, incluso para olvidar un pasaje de la historia que no interese mantener vivo, pero esta opción no invalida los hechos, y que alguien emplee todo su interés en recordarlos. Transcurría el verano de 1941, Europa estaba en guerra con Alemania, los nazis controlaban Austria, Polonia, Checoslovaquia, Holanda, Bélgica, Francia, Dinamarca y Noruega. Italia era por fin su aliada. España y Suecia, parecían neutrales.
    Las esperanzas de Churchil, se centraban en la RAF, los EEUU y la Unión Soviética; Churchill, había mantenido más encuentros con Stalin que Roosevelt, y consideraba que algunos asuntos eran demasiado sofisticados para los norteamericanos.
    Sabía que las suyas, eran pobres y limitadas esperanzas.
    De momento, la Luftwaffe parecía llevarles siempre la delantera, se anticipaba a las acciones de los Aliados. La práctica del vuelo en formación, resulto nefasta para los bombarderos de la RAF. La teoría era que si volaban en formación cerrada, se deberían cubrir unos a otros en el combate, y derribar fácilmente a los enemigos, pero en verdad, las incursiones de los cazas alemanes les arrebataban un número cada vez mayor de aviones y de vidas.
    Al primer ministro sólo se le ocurrían dos posibilidades; o bien que los Servicios de Inteligencia nazis estuviesen infravalorados, o bien, el sistema de radar alemán era mucho más perfecto que el de los Aliados. En el aeródromo Ted, intentaba girar de nuevo la hélice del pequeño aeroplano, después se dirigió al piloto .
  • Ya está Peter, puedes accionar la válvula y el contacto cuando quieras.
  • ¡Allá vamos!.
    El joven aviador, se inclinó hacia delante en la carlinga, para encender los interruptores, al tiempo que dirigía una afectuosa sonrisa a la fotografía que presidía la cabina.
    Era el último vuelo de reconocimiento de Peter en las próximas dos semanas, quería estar al lado de su joven esposa cuando diese a luz a su primer hijo. Ambos, eran muy inexpertos en biberones y el jefe de su unidad ya le había firmado el permiso.
    Sofía no sabía nada, le iba a dar una sorpresa…
    Sintió como por debajo de su muñeca, la palanca de control que abría la válvula del combustible, se desplazaba y soltaba un bufido sordo. Cuando el motor se crispó y expulsó gasolina, en ese instante, supo que algo marchaba mal.
    Una sacudida, le empujó bruscamente hacia atrás y hacia fuera del asiento. El ruido y el calor de una intensa deflagración le rodeó y anuló todos los sentidos. En cuestión de segundos, las llamas devoraron la bonita fotografía mientras el pequeño aparato, se inclinaba sobre el morro herido de muerte.
    -“ Nunca tantos han debido tanto a tan pocos”… Ted coreó con sorna, la frase insignia de la RAF, favorita de Churchil. – Mientras su rostro, se transformaba en una horrible mueca de odio a todos y cada uno de los ingleses con los que se veía obligado a compartir su trabajo y su vida personal a diario.
    Su tapadera había sido impecable.
    Nadie hasta hoy, sospechaba de Ted Hunter , un tranquilo y eficiente mecánico que odiaba a muerte a los alemanes.
    Nada más lejos de la verdad. Ted en realidad, daría con placer su vida por el Tercer Reich.

El era digno representante de la raza aria. Le venía de familia, su padre fue uno de los que provocó el sospechoso incendio en el Reichstag (el Parlamento alemán), el 28 de febrero de 1933.
-“Si viviese ahora se sentiría orgulloso de su hijo”.
Con este pensamiento cruzó como un diablo la pista del solitario aeródromo y se dirigió a la pequeña oficina donde transmitiría con eficacia el éxito del sabotaje a su contacto en la Alemania nazi.
Capítulo tres
Lo primero que llamó su atención , fueron las risas. Apenas un murmullo, pero claramente reconocibles. Roberta decidió apartarse del camino y adentrarse en las dunas. Allí, detrás de una suave elevación estaban los dos. Las toallas, extendidas, una junto a la otra y tumbado sobre ellas, su hermano, parecía susurrarle algo muy divertido a Elisa, puesto que ella no cesaba de sonreírle y atusarse muy coqueta el cabello.
Roberta sólo tenía doce años, pero estaba al cabo de la calle de los juegos amorosos de las parejas en Cape Cod .
Solía acudir con Mia y Charlize, algunas tardes a curiosear, en las inmediaciones del antiguo Hotel Royal.

Por los destartalados ventanales algunas parejas de jóvenes atrevidos del pueblo, se colaban entre los raídos cortinajes de la gran sala de baile para estar a solas.
Roberta imaginaba los bailes de salón como en los relatos de su amiga Georgia Dawson.
Podía recrear la pista central, brillantemente iluminada por enormes arañas de cristal, suspendidas del artesonado del techo.
La extraordinaria escalinata de mármol travertino, decorada con centros de porcelana victoriana repletos de flores .
Exóticas palmeras rodeando el tragaluz de vidrio emplomado y los colores del sol derramando bellísimos reflejos en el suelo.
Las hermosas mujeres, vestidas con suaves sedas y muselinas que les aportaban una imagen etérea y seductora; calzadas con increíbles zapatos de elevado tacón, trazando bellas figuras con sus parejas de baile. La música cautivando los sentidos y los perfumes y las flores proporcionando una atmósfera de …
La voz de Marta la sacó del ensimismamiento. Seguramente Georgia, la habría visto como se adentraba en las dunas y se preocupaba por ella.
Roberta adoraba a Marta, pero detestaba a su hija Elisa. No sabía si porqué pasaba los inviernos en Boston estudiando en una escuela muy prestigiosa, o porque cuando regresaba a Cape Cod por vacaciones, a su hermano parecía que le picasen un centenar de hormigas, no cesaba de buscarla, seguirla por todas partes y hablar de ella constantemente, en definitiva, le resultaba exasperante.
Pensó en la posibilidad de permanecer escondida, observando un rato más, pero se decidió al fin, a salir al encuentro de Marta, para

no delatar su presencia. Siempre podría sacar algún provecho de su descubrimiento más adelante.

  • Estoy aquí Marta – dijo jadeando por el esfuerzo de la carrera, he creído ver un cachorro perdido, pero no he logrado alcanzarle- ¿Has hecho limonada? Tengo una sed espantosa.
    Se situó nuevamente en el camino y en un instante ya estaba en el porche de la casa, le dedicó una caricia al juguetón Rethriever, cuando el animal intuía su presencia olisqueando el aire, y se dejó caer en la mecedora al tiempo que se proveía de una considerable porción de bizcocho de chocolate.
    Mientras Georgia le servia limonada ,la niña le espetó directamente. -¿ Georgia, conociste también a mamá en Inglaterra, antes de instalarte en Cape Cod? . Dime, ¿ salíais con los mismos chicos en el colegio?.
    Georgia, viendo a la pequeña a su lado, comenzaba a relajarse, disfrutando de la brisa del atardecer… y de como derramaba el aroma de los lirios y narcisos del jardín entre ambas .Respiró hondo y dedicó una estudiada pantomima a su interlocutora. En vez de responderle a esas cuestiones, Gia se dejó llevar de nuevo por la nostalgia, comenzando otro relato de estación, cuando era solamente una joven estudiante de arte, de la prestigiosa Owestry School en Shropshire, al oeste de Midland.
    Una vetusta institución para señoritas, rodeada de las verdes montañas y valles, del país de Gales.
    La cálida voz de Georgia, transformaba los recuerdos en apasionantes narraciones que detenían el tiempo y transportaba a quien la escuchase, al lugar donde solamente subsistía en su memoria.
    -Entre las alumnas, se esperaba con expectación la celebración de «Halloween» – comenzaba su relato-. Yo, había aceptado la invitación de Jack para ir a la fiesta de máscaras que se celebraba en el salón de conciertos del Ayuntamiento.
    Él pasaría a recogerme a las siete, y yo, apenas había comido nada en todo el día, por lo ajustado del corpiño. Hubiese resultado una tragedia que por un almuerzo rutinario, no me cupiese el vestido. Estaba nerviosa, temía que le retuviesen en la base y no se presentara a tiempo para el primer baile.
    Mi disfraz era de un magnífico color lavanda, las dobles capas de gasa se ceñían y alzaban formando un remolino en cada giro de mi

cuerpo, mi cabello estaba peinado suelto, creando ondas y enmarcando mi rostro de 20 años.
La música entretejía las promesas de amor y felicidad para toda nuestra vida, un futuro resplandeciente para una joven pareja.
“Hasta que la muerte nos separe”.- Georgia ahogó un suspiro entre los pliegues de su pashmina de lana continuando con su ensoñación.-
Fue esa noche cuando Jack me pidió que me casará con él. Llevaba puesto un disfraz de “Chaplin” y todavía recuerdo su expresión al recibir mi respuesta. Fue magia, Roberta, pura magia de enamorados…

  • ¿Y cuando conociste a Marta?¿ Se parecía a Elisa?- Instaba Roberta olvidando su primera pregunta.
  • No que va, a Marta y a Frank, les conocí más tarde, una vez casados e instalados en una preciosa casita con huerto, en la Base de Operaciones Aeronáuticas del Plan de Entrenamiento Aéreo, de la Commonwealth.
    A ellos, les trasladaron aquí después que a nosotros. Muy pronto, nos hicimos buenos amigos, compartimos verduras y esperanzas…
    Fuimos parte de uno de los muchos efectivos que vinieron a este país, al igual que miles de civiles que habían escapado de países ocupados por los nazis en el continente europeo. Sólo que nosotros lo hicimos para formar a los nuevos pilotos que nos darían la victoria. Georgia recordó que ella, Marta y Elisa vivían en la misma propiedad desde que Frank Tobbler y Jack Dawson, perecieron en aquella maniobra disuasoria en el año 1941. Los dos hombres volaban juntos siempre que el trabajo de instructores se lo permitía, y el trágico accidente súbitamente, arrebató la vida de los jóvenes pilotos al mismo tiempo.
    Aunque Jack era el oficial de mayor rango, la camaradería entre ambos era permanente y sus esposas decidieron también unir sus destinos para así suavizar el dolor de la ausencia.
  • Todo había sido terriblemente injusto.– pensaba Georgia en voz alta – Jack había sospechado un fracaso en las operaciones tácticas por espionaje. Encontraron un mensaje cifrado en una de las dependencias del hangar y retuvieron a todos los mecánicos para ser interrogados. Después, él y Frank decidieron sobrevolar el perímetro de la zona de la supuesta injerencia y así poder sorprenderles, pero en lugar de eso, fueron abatidos y nunca más regresaron a la base.
  • Mi papá también habla de los aeroplanos de la Guerra, dice que él conocía sus tripas mejor que nadie, que era el único que podia hacerlos volar tan sólo, con una lata de gasolina y una llave inglesa.
  • Eso parece, querida niña.- Continuó Georgia – A tus padres no les conocí hasta que un verano decidieron visitar nuestro pequeño pueblo. Tú solamente eras un bebé gordito y llorón que no cesaba de gatear por la playa y le encantaba jugar con Dawn. Después de ese verano volvistéis a Boston y no fue hasta hace dos años que tus padres compraron la antigua propiedad de Philippa Müller y desde entonces, podemos gozar de vuestra compañía todo el año…
  • ¡Vaya!-interrumpió Roberta- Por fin aparece Elisa. Estoy hambrienta y deseando probar el roastbeef de Marta, mami dice; que el mejor de Inglaterra no puede ni compararse con el suyo.
  • Fay tiene razón, vamos, pasemos dentro y ayudemos a la cocinera con los preparativos de la cena. ¿ Avisaste a todos los demás invitados para que acudiesen a las ocho?
  • Ya lo creo, Georgia puedo preguntarte algo- ¿ Tu sabes porqué mi hermano encuentra tan atractiva a Elisa? No es que sea fea, pero es que no comprendo como a los chicos les gusta estar con ella. ¡Imagino lo difícil que debe resultarle jugar bien a fútbol o montar en bici con esos pechos tan enormes!
    Georgia, no pudo evitar una gran sonrisa al oír ese comentario inocente… Impostando la voz le reprendió con dulzura.
    -Veamos… ¿ Si eso es lo que a ti te preocupa?, que no se entere Marta, mejor será que vayamos dentro y comiences a pensar en la suculenta cena que nos espera.
    Capítulo cuatro Como si le hubiesen aplicado un resorte, la tibia y habitual personalidad de Fay, mostrada durante la velada, desapareció en un instante. Apenas terminada la cena, la espléndida dama dejó escapar una fugaz mirada hacia el extremo de la mesa, mientras su conversación, seguía siendo suave y cordial, sus ojos fulguraron con una extrema pasión contenida.
  • “Cuanta intensidad de sentimientos.- Se sorprendía Georgia con su propia idea, al tiempo que se disponía a servir el jerez.- No sería extraño que los pensamientos de esta serena mujer, excediesen de su propia naturaleza “.
  • ¡ Evidentemente ¡.- Enfatizaba en su perorata Bob Cunnigan-. Nunca podremos estar seguros de hablar con verdaderos patriotas, muchos somos los que hemos sufrido esta guerra, pero lejos de Inglaterra cualquiera puede mostrarse como un héroe.
  • Bien.- Atajó Marta.- ¿Que les parece si tomamos el jerez en el porche?. Hace una noche especialmente hermosa.
    La velada transcurrió sin incidentes y casi se había olvidado de su apreciación cuando ya en la cocina, mientras las dos amigas,

secaban y recogían la vajilla, Marta le confesó su consternación por el hecho de que tanto Bob como Fay, jamás hablasen abiertamente sobre su condición, ni su anterior vida en Inglaterra.
Ambas sabían por Roberta, que los abuelos maternos de la niña, eran judíos, pero sus padres nunca hacían referencia a ello, es más, si surgía la conversación, se limitaban a asentir y cambiar de tema.

  • No me extrañaría nada que el simpático Bob, fuese un antiguo nazi de las SS. – Le confesó Marta, mientras sus expertas manos, colocaban en la centenaria vitrina Chippendale de caoba, la última de las copas de cristal Grinsell & Sons.
  • No digas barbaridades Marta, sabes de sobra que los padres de Fay son judíos italianos y que ella y su hijo vivieron en Dover hasta que conocieron a Bob; se casaron en Inglaterra y luego se instalaron aquí. ¿ Crees posible que un nazi accediese a formar una familia con una viuda judía y su hijo?.
  • Por descontado. De este modo obtener su mejor tapadera, para poder pasar desapercibido a los agentes del Mossad que les persiguen, para someterlos a los juicios de Nuremberg.
  • Creo que desbordas fantasía Marta, te olvidas que Bob es un activista defensor del Plan Marshall, y que con éstas ideas podrías ofender gravemente a Roberta y a sus padres, si se apercibiesen de lo que piensas.
  • Ya. O quizás nos sirvan a nosotras para estar prevenidas, por si de imprevisto, nos atacan los miembros de Odessa.

Sentenciando la frase, Marta se dirigió a su cuarto, dejando a su interlocutora, inmersa en una inquietante idea.
Minutos más tarde, sentada ante el espejo del tocador, ya en su habitación, Georgia intentaba encontrar una razón para explicar la extraña actitud de Fay en la cena. Ciertamente, la madre de Roberta siempre mostraba una personalidad dulce, pero ausente y parca en palabras, que no dejaba ahondar en sus recónditos pensamientos.
Fuera la noche se había transformado. El viento proveniente del océano, barría los arriates y batía las contraventanas. El columpio del jardín se mecía en una cantinela sonora de avíos oxidados, mientras las ramas de los olmos del límite de la propiedad de Georgia, se alargaban hacía el cielo amenazante , como los descarnados dedos de una bruja, golpeando en la oscuridad de la playa.
Georgia desvió su mirada hacia el norte.
El faro iluminado le devolvía la serenidad, necesitaba tranquilizarse y orientar sus pensamientos. No pudo explicarse el estremecimiento que la poseyó, creándole una desazón y un fatídico presentimiento.


Lejos de lo que le era habitual, Roberta se mostró callada en el regreso a casa, dejó que su familia pensase que estaba adormilada, pero la realidad era distinta. También ella se había dado cuenta del respingo que afectó a su madre en la cena, y desde luego, no era la primera vez que le notaba involuntariamente alterada, en contra de su habitual impasibilidad.
Tuvo miedo que alguien más se hubiese percatado, quizás Georgia, y éste pensamiento la inquietaba. Debería preguntar a su madre, pero temía que su respuesta fuese vaga y en lugar de tranquilizarla, le despertase más inseguridad.
Se imaginaba, que sus padres le quisieran ocultar un terrible secreto, o que ya no desearan permanecer unidos. Cada posibilidad era peor que la anterior y decidió poner fin a este misterio. Como decía Marta,” la verdad es el camino más corto” .
Y decidió buscarla.
Capítulo cinco
Al amanecer, ya se había instalado de nuevo el verano en el cabo.
La colonia de pescadores resplandecía con sus suaves tonos pastel renovados por la lluvia de la noche pasada.
El aire salado y limpio, invitaba a pasear y los aromas a café y bollos recién hechos que emanaban del animado establecimiento de

Amelie, proporcionaban un ambiente festivo en la concurrida calle principal.
Elisa saludó con la mano al administrador del ayuntamiento Aaron Keller,-un buen hombre pensó- que llevaba sirviendo a los intereses del pueblo desde hacía varios años.
Después se fascinó viendo los preparativos en el malecón, de los expertos pescadores que estaban disponiendo sus aparejos y se percató , como echaba de menos estas acciones tan habituales, en el día a día de su estancia en Boston.
Había quedado en encontrarse con Patrick , para desayunar en el café, y después salir a dar un paseo por los terrenos pantanosos y diseminados de arándanos de Rail Trail hasta el mediodía, donde se sentarían en un bonito restaurante de la costa de Sandwich para tomar el plato preferido de Elisa,una sopa fría de almejas del estuario.
Le encantaba el plan que habían trazado, y por descontado Patrick, lograría abundante material para fotografíar; desde las plantas y aves migratorias, hasta las espectaculares Morrenas Glaciares tan abundantes en la zona.
Su novio, trabajaba duro y estudiaba todas las publicaciones que podía conseguir para mejorar sus conocimientos. Sabía de objetivos, tiempo de exposición y tratamiento de la luz.Siempre andaba en busca de la mejor instantánea, la que le facilitaría realizar su sueño; llamar la atención de la prestigiosa publicación National Geografic y abrirle los caminos del éxito y la independencia.
Elisa y Patrick, soñaban con vivir en un pequeño apartamento en Boston, como cualquier pareja de jóvenes, anhelaban disfrutar intensamente de su amor y de las excelencias de la vida social y

cultural en una gran ciudad. Aunque adoraban su pintoresca villa marinera, deseaban cambiar su monótona vida en el pueblo por otra mucho más excitante.
Esta mañana, no podían sospechar, lo cerca que estaban de hacerlo.
Mientras tanto Roberta, se despertó feliz precisamente por todo lo contrario.
Se recreó en su familiar habitación, inundada por la luz del sol, de esta cálida mañana de verano. Le gustaba Cape Cod, y su vida en esta pequeña ciudad de pescadores, donde se sentía rodeada de amigos y protegida por sus padres.

  • ¡ Oh, No.!- por un instante se acordó del incidente de la pasada noche y sintió como si una enorme losa le cayese encima .
    No recordaba haber tenido nunca antes esta iquietud.
    Los adultos eran demasiado imprevisibles, de repente le mostraban una cara de la vida que no le satisfacía lo más mínimo, más bien le aterraba.
    Sin embargo, su naturaleza le impedía lamentarse sin tomar cartas en el asunto.
    No iba a permanecer impasible, mientras su entorno como lo conocía hasta hoy, se desmoronaba.
    Recordó su determinación de anoche, tenía que actuar rapidamente. Hablaría con Georgia. Buscaría la verdad y solucionaría el problema.
    Georgia había pasado por tantas cosas…Sabría como actuar. Decidida a no perder ni un minuto , se aseó y se vistió como lo hacía habitualmente, un short y una camiseta.
    Buscó sus zapatillas de lona del día anterior, pero no estaban en el armario. Pensó que su madre las habría recogido para lavar y se le ocurrió tomar prestadas las suyas.
    Su madre y ella usaban la misma talla de pie y eso siempre fue motivo de bromas, la llamaba “mi patito pies grandes”, mientras le hacía cosquillas… No podia dejar que su familia, se disolviese No lo permitiría.
    Salió al rellano y vio como la puerta de la habitación estaba entornada. De la planta inferior, provenían los aromas de la cocina y las voces de su madre y del servicio, se sucedían en murmullos e indicaciones, propias de una mañana como tantas otras en su casa.
    Avanzó por el pasillo y entró en la alcoba de sus padres.

Capítulo seis
El bueno de Bob, había elegido el momento más desapacible del día, para hacerse a la mar. El verano parecía no saber escoger fecha este año para reaparecer, el invierno le estaba ganando la carrera por dos cuerpos mínimo.- eran los pensamientos del hombre que luchaba por permanecer erguido sobre sus pies -. El intenso oleaje y el viento de levante, se confabulaban para no dejarle prosperar.
El barco parecía una cáscara de cacahuete, se le despellejaba la pintura en cada embate y las velas replegadas en sus palos, no cesaban de sacudirse el temporal con amenazantes aullidos.
El patron de la nave, hacía lo que podia, que no era mucho, para mantener la embarcación a flote, necesitaba llegar al límite de la ensenada con la playa del este , el sitio concertado de antemano con su contacto, y desde luego precisaba hacerlo antes del amanecer y por supuesto sin dejarse la piel en ello.
Maldijo entre dientes, mientras sujetaba por enésima vez el Foque, tantos remilgos y precauciones que se tomaba la Organización, lo creía innecesario. Su tapadera había funcionado los ultimos veinte años y no encontraba razón alguna, para que dejase de hacerlo, considerando las habituales premisas.
Sujetando con fuerza el timón, estaba consiguiendo dirigirse sin mayores consecuencias al punto de encuentro, dentro del horario previsto. Deseaba creer que el mensaje que hoy entregaría iba a ser definitivo.
Una enorme masa de agua se presento de improviso, rugiendo por popa, imposibilitandole elevarse sobre ella, por la fuerza del embate y la sorpresa del ataque.

Se encontró entre dos masas de agua en movimientos opuestos, recibiéndola en los flancos del barco, los menos preparados estructuralmente, para reprimir el embate, al tiempo que el pánico le imposibilitaba maniobrar correctamente.
En otra época, hubiese capeado…Un escalofrío le recorrió , al sentir en carne propia,el enorme quejido del barco, al ser sepultado por una “solitaria gigante”, la más peligrosa de las olas embravecidas.
Dawn.

under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Una experiencia muy positiva, un curso de conocimiento sorprendentemente ágil y didáctico.
La profesora Estrella del Valle excelente comunicadora y los recursos aportados súper interesantes para documentarse con publicaciones, conferencias, encuentros etc… gracias ☺️

under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Mediasnoches con Dawn…

Posted by: mtevico | 24 enero, 2021 | No Comment |

Hola de nuevo mis brillantes avecillas nocturnas.
Hoy el cielo de noche, esta rojo y oscuro, los vientos se muestran huraños y me temo que yo mucho más.
Seguimos rodeados de diminutos bichos verdes e infectos y parece que solo unos pocos somos conscientes de ello.
Si hay solución a esto, la respuesta esta en nosotros.
Vamos a replegar las alas y mantenernos alerta, cada uno en su nido y con las antenas dispuestas para unirnos a otra medianoche con Dawn.

under: Microrrelatos, Haiku, Versos, Poemas, Prosa...

Dr. D Enrique Carbonell Vayá

😉

under: Cursos

Older Posts »

Categories